sombra de luz y movimiento grácil,
ardid de los sentidos, bien hadado,
manjares de los ríos de abril.
Si en tus reflejos buscas la flor
nacida entre el susurro del Leteo,
que se muestra vibrante en el alcor,
no insistas más, tú, falso Prometeo;
al compás de las ramas aquel viento
ha soplado, tomando de aquélla
sus pétalos, su voz, su dulce acento,
mas, por mi vida, sigue siendo bella.
El tiempo debatirá en sus consejos,
mas nunca mellará ciertos reflejos.